“El clavo que sobresale se encontrará con el martillo”
Cecilia Cifuentes Economista y directora del Centro de Estudios Financieros del ESE, UAndes
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Cecilia Cifuentes
Escribo esta columna desde Japón, mientras en Chile conocemos los desastrosos resultados del SIMCE 2022, y no puedo dejar de pensar en las similitudes y diferencias entre ambos países, sobre todo a la luz de enfrentar lo que creo es la mayor restricción que tiene nuestro país en su proceso de desarrollo: el capital humano.
Lo planteaba en forma muy clara un estudio del FMI en 2015: “en el largo plazo el crecimiento depende principalmente de las habilidades de las personas”. Por supuesto, los efectos de la pandemia en la educación fueron gravísimos, e imposibles de revertir sin un esfuerzo serio y prolongado. Pero no es sólo la pandemia, este es un problema que lleva años, y que sólo se ha agravado desde 2020.
“Un requisito esencial para recuperar el crecimiento es el capital humano calificado. Nuestra cultura igualitarista y un cierto desprecio por los roles parentales hacen que nuestro país deba mirar con atención las lecciones de Japón”.
Además, tanto o más importante que el conocimiento formal son las habilidades blandas, en las que enfrentamos una creciente pérdida de hábitos de disciplina y una desaparición del principio de autoridad, que hace muy difícil la tarea de los profesores. Una inserción laboral femenina que no se ha hecho cargo de los roles parentales en la familia, y un gremio de profesores sólo concentrado en sus derechos, pero olvidado completamente de sus deberes con los alumnos, completan un cocktail que está en la base de la grave crisis en materia de educación.
Se requiere una gran voluntad política y liderazgo para avanzar en soluciones, condiciones que parecen inexistentes en el Gobierno y en el Mineduc. Mientras tanto, se dice que para recuperar el crecimiento se requieren políticas de desarrollo industrial que generen mayor valor agregado, olvidando que un requisito esencial es contar con capital humano calificado para llevarlas a cabo. Los estudios muestran las dificultades que tienen las empresas para encontrarlo.
Japón, por su parte, tiene muy buenos indicadores de calidad de educación, a lo que ayuda una cultura de mucha disciplina y laboriosidad, sin embargo, es un país que dejó de crecer hace décadas. ¿Puede ser también el capital humano una restricción para ellos? Sí lo es, en una forma además que nos permite extraer lecciones valiosas. Aunque hay factores macroeconómicos y políticos detrás de este estancamiento, dos elementos vinculados con el factor trabajo son muy relevantes.
El primero es la demografía; la natalidad en Japón es muy reducida, sólo 1,3 hijos por mujer en 2021, lo que ha llevado a una caída de la población de más de tres millones de habitantes desde 2011. Otros tres millones de habitantes se perderán en el próximo quinquenio. En Chile la natalidad es de 1,5 hijos por mujer, pero si se mantiene el ritmo de caída de la última década, en 2031 nuestra tasa de natalidad será inferior a la de Japón. Es urgente implementar políticas que intenten revertir esta situación, tarea igualmente compleja que la de mejorar la calidad de la educación.
Otro elemento negativo de Japón en materia de capital humano es de orden cultural, reflejado en un refrán japonés que he escuchado varias veces en estos días; “el clavo que sobresale se encontrará con el martillo”, lo que genera una estructura muy rígida, que castiga al que intenta destacarse y que ha llevado a que sean otros los países asiáticos que lideren la innovación y el desarrollo.
Escasa movilidad dentro de las empresas y en la política, junto con parejas que prefieren cuidar mascotas a tener hijos, son trabas importantes al desarrollo japonés. Lamentablemente, nuestra cultura igualitarista y un cierto desprecio por los roles parentales hacen que nuestro país deba mirar con atención las lecciones de Japón.